agosto 13, 2009

Nada se pierde

Veinte años después -que no es nada- en ciudad gática, las cosas han cambiado. Batman se pasó de rosca en los 90, usó el gas de la risa y nos dejó fuera de combate; le dió al Viagra y se cargó a Batichica; ahora se lo disputan la parca y los tribunales . Robin se fue a Barcelona, a probar suerte como mozo en un bar de solos y solas. Como taxi boy le fue para el orto. No tiene papeles y le pagan una miseria, pero como cobra las propinas en euros, está feliz.
Nosotros?
Nosotros somos los hijos bastardos de Gatúbela y el Pingüino; alertas, porque parece que el Guasón anda con ganas de probar suerte en la política.
Es por eso, a no confundirse, y no por pura diversión, que estamos acá, trepados a lo que alguna vez fue un programa de radio que no fue y ahora quién sabe en qué se transformará.
Nunca fuimos superhéroes, es cierto; ni siquiera somos los mismos. Nos vamos a dormir más temprano, hacemos terapia, tenemos kilos de más; tomamos menos y mejor, tenemos hijos o sobrinos, hacemos deberes, cuentos y disfraces infantiles. La yugamos con tres trabajos y medio sueldo, sobrevivimos con sueños incumplidos y de los otros.
Pero igual estamos acá. No hay con qué darle, nada se pierde.
Todo se transforma. Todo se recicla en la noche oscura.
Tenemos siete vidas. Como los gatos. Cómo los locos. Como la mayoría por acá.

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